Un centro penitenciario podría aniquilar los sueños de cualquier persona, pero no los de Jairo M. , que no sabe conformarse. En marzo recibió su título como tecnólogo en desarrollo de software y, de una vez, empezó su formación como ingeniero.
Dos obsesiones tenía Jairo cuando era niño: el fútbol y los helicópteros. Mientras corría por las calles del barrio Buenos Aires pateando una pelota, imaginaba que supervisaba desde los aires lo que pasaba en tierra, pilotando su helicóptero como oficial de las fuerzas armadas. Eran sueños de niño, que poco a poco se fueron ajustando a nuevas realidades y cambiando de escenario.
Las vueltas de la vida, las malas decisiones, la falta de oportunidades, la cotidianidad que se movía, según sus palabras, entre lo bueno y lo malo, hicieron que empezara a escribir el capítulo de su vida “entre rejas”. Desde que llegó al centro penitenciario de Puerto Triunfo, se encontró con la posibilidad de estudiar y ese fue el camino elegido para hacer que días, semanas y meses trajeran un poco de satisfacción.
En esta entrevista Jairo comparte las motivaciones, los logros y los anhelos pendientes para su vida.
¿Cómo fueron tu infancia y adolescencia?
“Durante la infancia viví con mi padre, mi abuela y mi tía. Cuando tenía 15 años mi padre murió en un accidente de tránsito y a los dos años falleció mi abuela, eso marcó mi vida porque para la tía era muy complicado estar pendiente de mí. Durante mi época de bachillerato, desarrollé un gran interés por la física, ya que me fascinaba resolver todas las incógnitas que surgían. Además, disfrutaba del estudio del inglés y de la práctica deportiva. Desde niño el deporte fue una parte fundamental de mi vida, hasta aproximadamente los 17 años, momento en el que tomé la decisión de cumplir con el servicio militar. Esta experiencia fue desafiante, ya que me sacó de mi zona de confort y me enfrentó a múltiples responsabilidades simultáneas. Presté servicio durante 6 meses en Espinal, Tolima, y posteriormente un año en Medellín, donde tuve la oportunidad de regresar a casa todos los días, dado que la realizaba con la Policía. Inicialmente, aspiraba a convertirme en oficial, ya que uno de mis sueños era pilotar helicópteros, una tarea reservada para este cuerpo, sin embargo, mi experiencia en el servicio militar no fue satisfactoria; la ausencia de mi familia y la impactante realidad a la que me enfrentaba siendo aún joven hicieron que los seis meses planificados fueran una eternidad”.
¿Después de eso cuál fue el plan?
“Estudié técnica farmacéutica, trabajé un tiempo y luego, por el desempleo y lo desubicado que quedé, empecé a tomar malas decisiones, por las cuales estoy pagando una condena. Ya casi llevo la mitad del tiempo y debo decir que, a pesar de todo, estar acá me ha dado la oportunidad de estudiar, algo que siempre me ha interesado”.
¿Y cómo fue el proceso, qué hacías antes de empezar a estudiar?
“Llevaba un año en la prisión y un día me enteré por un dragoneante de que, si estaba interesado, podía comenzar a estudiar. Recuerdo que llamé a mi casa para hablar con mi tía y saber si ella me podía apoyar económicamente. Ella se puso contenta, me dijo que iba a buscar los recursos y de una vez me inscribí en la Tecnología de Desarrollo de Software. Ha sido una experiencia maravillosa, me acabo de graduar de la tecnología, pero inmediatamente me matriculé para hacer la ingeniería, solo pagué el seguro porque seguí con la beca, es una oportunidad que me hace muy feliz”.
¿Qué retos tuviste que enfrentar?
“Al principio fue muy duro porque solo teníamos un computador para los cuatro estudiantes que nos matriculamos y lo usábamos de 20 a 30 minutos cada uno. Además, no podíamos tener mucha interacción con los otros compañeros de clase ya que aquí no tenemos acceso a teléfonos ni WhatsApp, en la cárcel, prácticamente nos olvidamos de esos temas. Por esta razón, cuando los profesores ponían trabajos en grupo muchas veces los presentamos solos. Luego, la institución nos ayudó a gestionar para que entre los que estábamos acá hiciéramos trabajos juntos y se facilitaran las cosas. En general ha sido un proceso con grandes experiencias y muchas metas superadas. Confieso que varias veces quise renunciar al estudio, yo tenía mi mente saturada de muchas cosas, como las críticas de la gente, estar aquí encerrado, el estrés de las tareas, pero mi tía me motivó a seguir, o sea, se dieron momentos de frustración, pero gracias a Dios sacamos esto adelante y ya tengo otro nuevo reto para demostrar a nuestras familias y a nosotros mismos que sí queremos ser diferentes, que si podemos cambiar y dar lo mejor de nosotros, para que las demás personas que están detrás de nosotros vean que se puede el cambio y poner ganas”.
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¿Quiénes son las personas con las que más cuentas?
“La verdad es que siempre acudo a mi tía porque es a quien le tengo más confianza y quien siempre está ahí cuando la necesito, pero también estoy enamorado y tengo una compañera que me apoya. Yo la conozco de toda la vida porque ella es vecina de mi madre. Nosotros teníamos algo desde antes de que yo llegara a prisión. Cuando entré aquí decidí alejarme de ella, hasta hace como un año y medio que volvimos a hablar. De hecho, eso coincidió con mi experiencia en la IU Digital, porque siento que la psicóloga me orientó mucho a tener otros pensamientos, otra perspectiva y volvimos otra vez. Nosotros no dejamos de soñar, tenemos planes juntos, visionamos metas y proyectos de pareja, de familia”.
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¿Cómo te ves en lo profesional, que enfoque le quieres dar a la carrera?
“Me inclino más por el diseño, porque el desarrollo de software es una rama muy amplia, son miles de tareas que uno puedo hacer, pero me inclino por el diseño de páginas web, es un tema que me interesa mucho”.
¿Háblanos sobre las clases que estás dando en la cárcel?
“Cuando me gradué me dijeron que si quería ser monitor y eso me descontaba un poco más de tiempo de pena. Entonces me animé mucho y me ofrecí como monitor de informática básica, que está más relacionada con el estudio que realicé. Doy las clases en un aula con sillas y tablero, el que quiera toma notas, realmente nos tomamos todo con calma, la idea es que aprendan algo en el ratico que están en el curso, así piensen que no les va a servir para nada, la vida nos demuestra que en cualquier momento se va a generar la oportunidad de aplicar lo aprendió en la cárcel”.
¿Qué opinas de los estigmas y qué crees que debemos de aprender de ustedes que están privados de la libertad?
“Los estigmas son muy feos, pero también tenemos claro que estamos aquí porque cometimos un error. La invitación es pensar que hasta las personas más estudiadas pueden cometer errores y merecen una segunda oportunidad, que debemos demostrar cariño y afecto, porque no saben en qué momento de desespero alguien se equivocó”.
¿Cómo perciben ustedes a la IU Digital de Antioquia?
“Pienso en la institución y se me eriza hasta la piel. Gracias a la universidad otros volvieron a creer en mí y no piensan en los estigmas que acabamos de mencionar. En la IU Digital vieron que en los privados de la libertad merecemos un cambio, una segunda oportunidad, que queremos salir adelante y demostrar a nuestras familias que vale la pena creer en nosotros. El mérito es para la universidad que le puso ganas a que todo esto se hiciera realidad, vivo muy agradecido con todas las personas que hicieron parte de este proceso, gracias a ellos hemos podido volver a soñar”.
*Nombre cambiado por solicitud del Inpec